DE CONTROVERSIA VASCONIAE


[Fotografía de la ciudad romana, de nombre aun no confirmado, de Santa Criz de Eslava, un enclave romano extraordinario de la Navarra Media -ver aquí reciente reportaje de Diario de Navarra- que corresponde a alguna de las antiguas ciudades de los Vascones. La foto es de Luis del Rey, de la Guía Arqueológica de la Península Ibérica que mereció nuestra atención ya en otro post de este blog]

Hace ya algunos años, en los últimos ochenta, Juan José Sayas publicaba un 'programático' artículo titulado "De historiae Vasconiae rebus controversis" (la referencia completa aquí) en el que repasaba algunas cuestiones todavía controvertidas sobre los Vascones de las fuentes antiguas un pueblo al que, como sabrá el asiduo de Oppida Imperii Romani, venimos prestando atención al menos desde que tuvimos el privilegio de coordinar el volumen Navarra en la Antigüedad. Propuesta de Actualización (Gobierno de Navarra, Pamplona, 2006) y de ocuparnos, para él, de la reducción de las ciuitates supuestamente vasconas citadas por las fuentes (pincha aquí) un tema que, como podrá comprobar quien descargue el artículo, aun tiene muchas cuestiones abiertas si bien, obviamente, no es el fundamental de este pueblo de la Antigüedad. Pero, lo cierto es que, desde ese momento, el año 2006 -pero también 1987, la fecha del trabajo de Juan José Sayas- la bibliografía sobre Vascones se ha multiplicado notablemente (un cierto balance hacíamos no hace mucho en el post Scripta Vasconica, de este mismo blog) y, también, la presencia de algunas de las ciuitates del denominado "territorio vascón" en Oppida Imperii Romani (Andelo, Cara, Pompelo, Santa Criz, Campo Real, Los Bañales...) se ha ido incrementando de manera continuada. Ese incremento bibliográfico -con un volumen publicado en la Serie Instrumenta de la Universitat de Barcelona en 2009 (pincha aquí) y con el reciente Entre Vascones y Romanos. Sobre las tierras de Navarra en la Antigüedad, Pamplona, 2013- ha permitido que, cada vez, estén más claras -al menos para la communis opinio, otra cosa es que haya gente que siga aferrada a viejas teorías que, a veces, aun siguen desfilando por publicaciones más o menos contrastadas, especialmente en la red- algunas cuestiones 'esenciales' -y remarcamos el término- respecto de ese grupo de población al que Roma, por razones que desconocemos pero que bien tuvieron que ver con su deseo -y necesidad- de controlar el territorio, bautizó como Vascones (confesamos que nos sentimos totalmente herederos de la visión que respecto de éstos expone WULFF, F.: "Los Vascones como paradigma", en ROLDÁN, J. M., y WULFF, F.: Citerior y Vlterior. Las provincias de Hispania en la era republicana, Madrid, 2001, pp. 407-416, imprescindibles).

Por eso, cuando el pasado mes de Diciembre, nuestra compañera en el Departamento de Historia, Historia del Arte y Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra y a la sazón directora de la Cátedra de Lengua y Cultura Vasca de la Universidad de Navarra, María del Mar Larraza, nos invitó a -como hiciera el pasado año, entonces, todavía profesando nosotros en la Universidad Nacional de Educación a Distancia- dictar una charla de carácter general sobre los Vascones de las fuentes antiguas (a la del año pasado puedes acceder desde aquí) pensamos que era una buena ocasión para remarcar esas certezas que, desde luego, modifican mucho la visión tradicional que se ha ido forjando -tras decenios de investigación- sobre los antiguos habitantes del entorno de Navarra, y subrayamos, también, lo del 'entorno' por razones que más abajo se aducirán y que conoce ya el lector más o menos versado en la cuestión vascónica.

Esas certezas que, a la vez, son, a nuestro juicio, características definitorias de la etnia en cuestión son (y algunas, de hecho, están bien tratadas en un simpático opúsculo editado por el Departamento de Educación del Gobierno de Navarra hace algunos años: MÚGICA, M.: Los Vascones, Pamplona, 2007):

[1] Si entendemos por etnia -como la define la Real Academia de la Lengua- un grupo cohesionado, con identidad de sí mismo, ancestro, cultura e historia comunes y definido, por tanto, en función de una serie de afinidades, los Vascones, desde luego, no lo fueron o, al menos, no lo fueron estrictamente. Probablemente la consideración de aquéllos como tales obedece más a una observación externa, por parte de Roma, y a un sentido utilitario de control territorial que a uno identitario que, en cualquier caso, exigiría que Roma percibiera algún elemento distintivo en la comunidad a la que definió como Vascones. Mientras de otros colectivos indígenas hispanos sí se conservan, por ejemplo -como ha subrayado recientemente M. Navarro en un trabajo publicado en CABALLOS, A. (dir.): Roma generadora de identidades. La experiencia hispana, Madrid, 2011, pp. 107-140- menciones de procedencia en la onomástica (Celtiber, Calaicus, Cantaber...) no existen éstas para los Vascones un término que, además de en las fuentes literarias, sólo aparece atestiguado epigráficamente en documentos de carácter oficial, el más célebre la recientemente redescubierta inscripción del censo de C. Mocconius Verus (CIL VI, 1643: pincha aquí para los últimos datos sobre la pieza y de su paradero, en el Museo del Louvre de París).

[2] Desde un punto de vista territorial, entre la República y el Principado, no hay un territorio que pueda ser considerado -al margen de como recurso metodológico- como propio de los Vascones antiguos. Los datos de Estrabón, Livio y Plinio apenas coinciden en señalar la vinculación de aquéllos con el Pirineo, su relación con la ciuitas de Pompelo y de Oiasso y con un espacio más llano en el entorno de Calagurris, el ager Vasconum (esto se ha subrayado con acierto por E. Cantón en un imprescindible trabajo en Veleia, 22, 2005, pp. 129-143) y con otro más bien boscoso, del entorno de Oiasso, el saltus Vasconum, acaso un distrito minero (Arkeolan, 15, 2008, imprescindible). Los datos onomásticos, toponímicos y de la teonimia indican, sin embargo, que la población claramente vascónica -si por tal entendemos la que hablaba vasco antiguo- se concentraría, sin embargo, entre la Navarra Media Oriental y las actuales Cinco Villas de Aragón (y no en la Comunidad Autónoma Vasca, no en vano hacia ese actual territorio los testimonios disponibles remiten más bien a una lengua de raigambre céltica, como han demostrado, entre otros J. Velaza o F. Beltrán Lloris, por ejemplo en VELAZA, J.: "El vasco antiguo y sus vecinos según la epigrafía", en IGARTUA, I. (ed.): Euskara eta inguruko hizkuntzak historian zehar, Vitoria, 2012, pp. 75-84). En ningún momento puede sostenerse, por tanto, una expasión vascona, como se pensó en los años ochenta, y menos a costa de pueblos de su entorno, sencillamente, los Vascones o, mejor dicho, población 'vascónica' aparecía dispersa y repartida por un territorio, desde luego, en lo geográfico, nada homogéneo.

[3] Si el territorio no parece un elemento unitario y la lengua vasco-aquitana apenas está atestiguada epigráficamente -y en fecha ya tardía, como se ha visto en las referencias anteriores o como ha repetido constantemente J. Gorrochategui: Veleia, 24-25, 2007-2008, pp. 1185-1201, por ejemplo- en un sector muy concreto del espacio que se atribuye a los Vascones -fundamentalmente, insistimos, colocando en el mapa las póleis que le atribuye Ptolomeo- no parece que el vasco fuera la lengua mayoritaria -ni desde luego, fue la lengua de la elite- en el espacio vascónico. Muy verosímilmente, ese elemento -una lengua que no era ni ibérica ni indoeuropea- pudo llamar la atención de Roma que debió otorgar el apelativo de Vascones a la población de un territorio que era, efectivamente, un trifinium cultural de celtas, íberos y, claro, vasco-aquitanos. La diversidad pudo ser, por tanto -a espera de un marcador arqueológico que permita caracterizar una cultura material, prerromana, común y distinta a la de los celtíberos, por ejemplo- la nota dominante de este grupo étnico de la Antigüedad Peninsular. Algunas ciudades claramente vascónicas -por su ubicación en relación al registro epigráfico del entorno y, por tanto, al medio lingüístico y por su propio topónimo- como pudo serlo Segia (Ejea de los Caballeros, Zaragoza) evidencian, a través del Bronce de Áscoli (CIL I, 709) una composición poblacional étnicamente heterogénea.

[4] En ningún momento -salvo tras el final de Roma y justo coincidiendo con el momento en que la desaparición de la globalización cultural de Roma motivó el resurgir de viejas identidades, que casi no se ha detenido hasta nuestros días- los Vascones consta que actuaron como grupo, en bloque, desde una perspectiva política. No puede, pues, afirmarse, ni que fueran hostiles a Roma en las guerras de conquista -lo que no parece, dado que no hay noticias al respecto, como suele haberlas en las fuentes para otros pueblos belicosos- ni que se alineasen en favor de Sertorio o de Pompeyo en las guerras civiles de la década de los setenta del siglo I a. C. La documentación epigráfica que atestigua, desde la época republicana romana, el modo de funcionamiento de la administración al modo romano, pone bien de manifiesto que, en realidad, fue siempre la ciudad, y no la etnia, la que articuló las relaciones Roma-indígenas o las relaciones de los indígenas entre sí. Debió haber, sin duda, ciudades que tomaron partido por Sertorio -como Calagurris (véase el trabajo de J. L. Ramírez Sádaba en Gerión, 3, 1985, pp. 232-245- pero la existencia de un foedus (ver aquí, con discusión y fuentes) suscrito por los Tarracenses -y el propio episodio de la fundación de Pompelo, pese a su carácter ambivalente- permiten pensar que también habría otros centros colaboracionistas con la causa senatorial dentro de lo que venimos considerando el "territorio vascón". Más diversidad, por tanto, como no podía ser de otro modo.

[5] Desde una postura historiográfica, ¡y también política!, cualquiera de las opciones que han recurrido -nunca mejor dicho- a los Vascones para justificar planteamientos de carácter territorial -bien nacionalista español bien nacionalista vasco bien autonomista navarro- merecen nuestro respeto una vez que se han amparado en el análisis de la documentación antigua por más que éste, ocasionalmente, haya sido un análisis superficial o torticero. Sin embargo, el lector comprenderá que con lo dicho hasta aquí, no puede de ningún modo sostenerse que los Vascones sean un elemento que tenga algo que ver con la población antigua de las provincias de la Comunidad Autónoma Vasca aunque tampoco que sean, estrictamente -aunque esta afirmación puede tener más fundamento histórico o, cuando menos, documental- los antecesores de los actuales "Navarros". Sencillamente, se trata de un pueblo -definido por su diversidad- que, muy probablemente, por el nombre que Roma le dio, ha despertado la atracción de pensadores y politólogos a veces sin demasiada documentación o, cuando menos, sin demasiada reflexión. En cualquier caso, esos usos y abusos de esta etnia histórica son siempre sugerentes y hacen, siempre, 'grandes', los tiempos antiguos (nosotros mismos nos ocupamos del asunto en un trabajo publicado en la Revista de Historiografía, 8-1, 2008, pp. 41-54, con abundante bibliografía), ¡y hay mucho por hacer, aun, en este sentido!

Pues bien, esto, y no otra cosa, son los Vascones, a partir de ahí el resto de elementos -su conexión pirenaica, el concepto de los mismos en la tardoantigüedad, la reducción de sus ciudades, sus elementos definitorios materiales, etcétera- pueden aun discutirse y, seguro, se irán aportando nuevas luces en años venideros. En un reciente trabajo -en los Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra- en el que nos ocupábamos, precisamente, de esa imagen social -o, más bien, pedagógica- de los Vascones (pincha aquí) hacíamos una reflexión del esfuerzo de transferencia que, empleando, además, las potencialidades de la web 2.0, debíamos hacer docentes e investigadores para difundir a la sociedad los resultados de nuestra investigación. La charla que inspira este post, impartida en un foro universitario, pretendía hacer síntesis, y balance de esas cuestiones que, en su mayor parte, como se ha visto, se apoyan en investigaciones propias y, también, en geniales ideas de otros colegas. Si compartir aquí la presentación y el audio de la intervención -que puedes obtener más abajo- sirve para dar un paso más en pro de esa difusión, el esfuerzo, de nuevo, habrá valido la pena.

¡Esperamos que así sea!

Audio íntegro de la conferencia "¿Quiénes eran los Vascones?: una resupuesta -y muchos interrogantes- desde las fuentes antiguas? (Pamplona, 23 de Enero de 2015)



Diapositivas de la conferencia "¿Quiénes eran los Vascones?: una resupuesta -y muchos interrogantes- desde las fuentes antiguas? (Pamplona, 23 de Enero de 2015)


HVMANISSIMA AMBITIO


[Portada del nuevo volumen de la serie de manuales de Arqueología editados por la Oxford University Pres: BRUUN, Ch., y EDMONSON, J.: The Oxford Handbook of Roman Epigraphy, Oxford University Press, Oxford, 20015, 928 pp., ISBN: 978-0-19-5333646-7 cuya edición está prevista para comienzos de 2015: todos los datos aquí]

Hace algunos meses, y gracias a Manuel Ramírez, del blog E-Pigraphia, tuvimos conocimiento de la edición, en la Oxford University Press, del The Oxford Handbook of Roman Epigraphy, un manual de Epigrafía Romana de cuya preparación habíamos oído hablar hacía algún tiempo a alguno de los colegas que estaban implicados en su elaboración, trabajo que forma parte de la imprescindible serie The Oxford Handbooks in Archaeology, y que ha sido coordinado desde la lejana Canadá -magistralmente coordinado, habría que decir dada la diversidad de autores que en él participan: más de veinte de hasta diez nacionalidades y "escuelas" diferentes- por Christer Bruun y por Jonathan Edmonson. Hemos tenido, además, la ocasión de preparar la noticia de su publicación para una conocida y prestigiosa revista de Ciencias de la Antigüedad de nuestro país (la reseña aparecerá a lo largo de este recién estrenado 2015 en Archivo Español de Arqueología y nos exime aquí de hacer una valoración más formal) y nos ha parecido que, dado que Enero de 2015 era la fecha estimada de edición del volumen, dedicar un post al citado libro era una buena forma de abrir Oppida Imperii Romani en este nuevo año. En los últimos meses, además, quienes siguen más de cerca este espacio, habrán observado la apuesta que hemos hecho por actualizar nuestro perfil en Academia.edu y, precisamente, en esa network de investigadores, circulan ya desde hace varios meses algunos de los capítulos de este trabajo, capítulos que enlazaremos más abajo como hilo conductor de este post de la serie Instrumenta/Volumina.

Cuando hace más de cinco años publicamos el Fundamentos de Epigrafía Latina en la Colección Manuales de Liceus Ediciones (ya le dedicamos un viejo post en este lugar: pincha aquí), seguíamos pensando que el Cours d'Epigraphie Latine de René Cagnat (Paris, 1914, en su cuarta edición, la más difundida) -junto con otros instrumentos de trabajo tradicionales de la disciplina epigráfica algunos de los cuales los recopilábamos en un post anterior de este blog (pincha aquí)- iba a seguir siendo el manual de referencia para los estudiosos de la Epigrafía Romana y también para eso que, precisamente el Oxford Handbook in Roman Epigraphy, denomina el "militant epigrapher" (p. X) aquel investigador que, siendo o no epigrafista, debe enfrentarse -es "fortunate enough" de hacerlo, dicen ellos, ¡y lo es de verdad!-, en alguna ocasión, con el trabajo sobre documentación epigráfica. Así lo hemos debido pensar todos los que en los últimos años nos hemos embarcado en la aventura de componer un vademécum para el estudio de las inscripciones latinas pues los manuales que han aparecido en los últimos tiempos han dependido, siempre, del trabajo de R. Cagnat y a él han aludido para las cuestiones más técnicas (valgan como ejemplo los extraordinarios de CORBIER, P.: L'épigraphie Latine, París, 1998 -traducido al castellano por M. Pastor (pincha aquí)-, SCHMIDT, M.: Einführung in die lateinische Epigraphik, Darmstadt, 2011 o CÉBEILLAC, M., CALDELLI, L., y ZEVI, F.: Épigraphie Latine, París, 2006, con reseña nuestra en Espacio, Tiempo y Forma. Serie 2. Historia Antigua, 19-20, 2006-2007). Sin embargo, uno de los aciertos del The Oxford Handbook of Roman Epigraphy es que con sus anexos, con el enfoque eminentemente práctico de todos los contenidos tratados, con la propia concepción orgánica -más histórica y social que técnica- del trabajo y, obviamente, con la excelencia de los firmantes de cada uno de los capítulos (nombres como M. Buonocore, S. Orlandi, L. Cadelli, G. L. Gregori, F. Beltrán Lloris, O. Salomies, F. Hurlet, B. Salway, M. Kajava, M. Horster, por citar sólo algunos) va a convertirse en el instrumento de referencia -acaso con permiso del igualmente monumental trabajo de LASSÈRE, J.-M.: Manuel d'Epigraphie Romaine, París, 2005- para obtener los rudimentos básicos para enfrentarse a las inscripciones latinas de época clásica. Basten como ejemplos los siguientes capítulos -apenas algunos entresacados de las más de novecientes páginas de este excepcional trabajo-, ya accesibles, como comentábamos más arriba, en los perfiles en Academia.edu de algunos de sus autores y que, nos parece, pueden servir como hilo conductor para reseñar algunas de las singularidades -de las fortalezas, pues lo son- de este nuevo proyecto editorial. 

[1] "The Epigrapher at Work", firmado por J. Edmonson y Ch. Bruun (pp. 3-20) es, sin duda, uno de los capítulos clave -casi programático, a nuestro juicio- del manual de Epigrafía Romana que nos ocupa y, además, ejemplifica muy bien los "valores" de la parte I, dedicada a la Introducción a la Epigrafía y a la Historia de la Disciplina, del trabajo. En él, los dos coordinadores realizan una aproximación a cómo la "ciencia de las inscripciones" se ha ido articulando y a los que son sus principales retos actuales y han sido sus habituales orientaciones en el pasado insistiendo en que la "autopsia, el registro y la interpretación" constituyen las tareas propias de todo epigrafista (p. 5). Imprescindible resulta, desde luego, el apartado en el que se ofrece una check-list de "buenas prácticas" (pp. 7-17) a la hora de publicar una inscripción romana, apartado aderezado con abundante material gráfico (el volumen recoge casi más de centenar y medio de imágenes, nunca suficientes en un volumen de Epigrafía Latina pero, en cualquier caso, un generoso catálogo).

[2] "Forgeries and Fakes", por S. Orlandi, L. Cadelli y G. L. Gregori (pp. 42-65) constituye, junto con el capítulo que le precede -firmado por M. Buonocore y dedicado a la tradición manuscrita como fuente para el estudio y el hallazgo de inscripciones romanas (pp. 21-41)- otro hito clave en el handbook que nos ocupa. Efectivamente, uno de los indiscutibles méritos de este volumen es la capacidad de incluir en él tanto síntesis de aspectos conocidos que ahora adquieren, con las últimas aportaciones, un nuevo cariz como avances a líneas de investigación que, apenas holladas, están aportando notables novedades y habrán de aportar aun más en el futuro. El asunto del estudio de las falsificaciones y de las copias resulta un interesante campo de estudio en el marco de lo que los alemanes denominan la antikenrezeption en tanto que permite conocer el grado de "alfabetización epigráfica" -por llamarlo de algún modo- que, a partir del Renacimiento y, sobre todo, durante los siglos XVIII y XIX tuvieron determinados sectores de la elite cultural europea y, por tanto, cómo fue el acercamiento científico a las inscripciones latinas y su "uso" con fines diversos.

[3] "Latin Epigraphy: the main types of Inscriptions" y "The Epigraphic Habit in the Roman World", los dos capítulos escritos por F. Beltrán Lloris (pp. 89-110 y 131-148 respectivamente) suponen un buen reflejo de la filosofía de la parte II del volumen: "Inscriptions in the Roman World". Pero, además de ello, ambas contribuciones encajan muy bien con la propia filosofía del volumen -además de suponer la "cuota" española (excelente, por cierto) en el repertorio de autores colaboradores- una vez que aportan una singular clasificación de los tipos de tituli -a partir de su exhibición en el ámbito público o en el privado (la singular semiótica de cada uno de esos tipos se desarrollará en varios capítulos en los apartados "Inscriptions and Religion in the Roman Empire" e "Inscriptions and Roman Social and Economic Life" -pp. 397-697- incluidos en la parte III del trabajo, sobre el valor de las inscripciones para la reconstrucción del mundo romano) y que, sobre todo, analiza -con datos estadísticos, cronológicos y culturales clarísimos- de qué modo y en qué ámbitos se fue extendiendo el hábito de grabar inscripciones, asunto éste tratado en el segundo de los títulos aquí recomendados. 

[4] "The Roman Republic", por O. Sallomies (pp. 153-177) "Late Antiquity", por B. Salway (pp. 364-393) constituyen, también, desde nuestra óptica, dos capítulos paradigmáticos. Los inicios del hábito de grabar inscripciones, los primeros pasos -por tanto- de la generación de la "cultura epigráfica" propia del mundo romano y las transformaciones que -como medio de comunicación y, especialmente, como vía para la expresión del poder político- esa "cultura" fue experimentando durante los siglos posteriores al inicio de la crisis urbana (desde el siglo III d. C. en adelante) exigían un tratamiento que fuese, a la vez, histórico y social pero, también, material y descriptivo, totalmente "epigráfico". Por eso, O. Sallomies acierta plenamente cuando, en su capítulo sobre la epigrafía romano-republicana, incorpora una tipología muy detallada de los tipos de inscripciones atestiguadas en ese periodo (pp. 161-164) y anota, de modo ordenado, los rasgos materiales y lingüísticos habituales de ese tipo de tituli (169-174) encarnando perfectamente los objetivos de mostrar "why inscriptions matters" y de detallar "how scholars can work with epigraphic sources" que los editores del volumen reseñan como fundamental en el Prefacio de la obra (p. IX). Con un enfoque acaso más histórico, político y social, ese tipo de caracterizaciones prácticas no faltan tampoco en el capítulo -que hace el decimoctavo de los treinta y cinco que integran el repertorio (pp. 366-374)- dedicado a la tardoantigüedad y que puede -y debe- complementarse con el igualmente útil y elocuente capítulo de D. Mazzoleni sobre la cristianización del hábito epigráfico (pp. 445-468). Precisamente, una de las virtudes del volumen de Oxford es la de permitir, a partir de la lectura de varios capítulos relacionados -como, de hecho, advierten los coordinadores en el preámbulo a su obra (p. XI, especialmente)- obtener una visión general sobre algún tema concreto. Sucede así en el caso de la documentación epigráfica tardoantigua y cristiana primitiva pero, también, entre la clasificación de tipos de inscripciones que, dijimos, realizaba F. Beltrán Lloris en la primera de sus dos contribuciones a este handbook y la que, para la documentación de carácter oficial, desarrolla G. Rowe en el capítulo decimoquinto, "The Roman State: Laws, Lawmaking and Legal Documents", del trabajo (pp. 299-318). 

[5] "Urban Infraestructure and Euergetism outside the City of Rome", por M. Horster, ubicado en el bloque segundo ("Inscriptions and Roman Social and Economic Life") de la parte III del trabajo constituye -acaso nos lo parece también por nuestra antigua dedicación al asunto de la munificencia pública- otro capítulo estándar del trabajo que aquí valoramos. En él, M. Horster (pp. 515-536) realiza una excelente síntesis del modo como el evergetismo de la elite soportó la vida cívica en provincias comparando, además, esa situación, con la de la capital, Roma. Ese cruce comparativo entre lo que sucede en los territorios provinciales -y periféricos- del Occidente -e incluso, del Oriente- Romano y lo que sucede en Roma, en la capital, constituye otro de los aciertos del trabajo una vez que respecto de algunas cuestiones -las elites locales (pp. 227-272), la organización social (pp. 471-512), la lengua y la cultura (pp. 699-742), etcétera- se va alternando el status quo de ambos ámbitos geográficos en una práctica lógica pero, quizás, hasta ahora, no siempre bien ensayada en los volúmenes académicos sobre Epigrafía Romana a que estábamos acostumbrados y que adolecían de un enfoque especialmente provincial y, también, de un sesgo marcadamente occidental. 

En uno de esos capítulos, F. Beltrán Lloris alude a la expresión pliniana (Plin. Nat. 34, 17) humanissima ambitio -que encabeza este post- para explicar los afanes de existimatio, de memoria y de celebritas que iban unidos a la realización de un titulus en época romana, valores que se destilan y analizan en muchas de las contribuciones de este volumen que, como decíamos más arriba, tiene un enfoque extraordinariamente sociológico y ahonda también en el papel que las inscripciones desempeñaron en una civilización como la romana. Qué duda cabe que, con publicaciones como ésta, esas loquuntur saxa -como las llamamos hace algún tiempo en un trabajo de evaluación de lo que aportaban a nuestro conocimiento de la Historia de las Hispaniae romanas (pincha aquí)- que desempeñaron tan importante papel como medios de comunicación durante la Antigüedad Romana, vuelven a convertirse en importantes -esenciales, podría decirse- fuentes para, desde el presente, iluminar ese pasado que, a tantos, nos resulta apasionante.

¡Un libro recomendabilísimo y que no debe faltar en la biblioteca de cualquier estudioso del mundo romano!