EX SICILIA TESTES



[Visitando el sobrecogedor y monumental anfiteatro romano de Siracusa, construido hacia el siglo II d. C., y que puede verse a la entrada del Parco Archeologico della Neapolis de dicha ciudad del Suroeste de Sicilia]

Quien hace posible este espacio, Oppida Imperii Romani, acaba de regresar de sus vacaciones señal inequívoca de que este blog -con permiso de un nuevo curso académico que va a resultar, sin duda, trepidante- recuperará pronto su andadura normal y seguirá presentando nuevas ciudades del antiguo -y actual, pues ahí está su huella- orbis Romanus. Casi siguiendo los pasos de Cicerón que -como afirma en su conocida obra In Verrem compuesta hacia el año 70 a. C. en acusación del gobernador de Sicilia G. Verres- pasó allí quinquaginta dies, "cincuenta días" (Verr. 1, 2)- esta vez hemos pasado nuestras vacaciones -sólo de diez días- en Sicilia, un destino que, por diversas razones personales, se venía resistiendo pero que, al final, hemos podido consumar. Y, lógicamente, como desde hace varios años -y gracias al proyecto de la Fundación Uncastillo en Los Bañales- la gestión del patrimonio arqueológico es una de nuestras preocupaciones, la ocasión -que ha incluido visitas a enclaves arqueológicos tan singulares y espectaculares como Segesta, la Villa Romana del Casale en Piazza Armerina, o Siracusa, por citar tres de Norte a Sur de una isla que, como es sabido, está repleta de este tipo de atractivos- nos ha parecido propicia para, a través de este nuevo post, reflexionar sobre cómo se gestiona el patrimonio arqueológico en un lugar que tiene en el turismo su principal fuente de ingresos y que, además, ha sabido convertir la Arqueología Clásica en motor de desarrollo y en indiscutible foco de atracción turística. Es, secillamente, una forma 2.0 de hacer balance de unas inolvidables vacaciones inaugurando, además, una nueva etiqueta en el blog: Disputationes, un espacio -al que he añadido algunas viejas reflexiones volcadas aquí hace ya algún tiempo- en el que -sin perder de vista que el objetivo de Oppida Imperii Romani es el de ser un catálogo de ciudades romanas (pronto volcaremos aquí algunas de las visitadas en Sicilia estas semanas previas)- daremos rienda suelta a reflexiones metodológicas en materia de Antigüedad Clásica, buen complemento -nos parece- de la etiqueta Instrumenta, que tan útil os está resultando a muchos, según nos contáis. Los yacimientos arqueológicos visitados en Sicilia durante estos días se convierten, pues, en "testigos" de cómo debe -y, también, de cómo no debe, a nuestro juicio- gestionarse el patrimonio arqueológico, de ahí el título -ex Sicilia testes- que, tomado de Cicerón (Verr. 1, 17), hemos escogido para este post. Sí queremos dejar patente, a modo de preámbulo, que las impresiones aquí vertidas tienen un carácter general y que, estamos convencidos de que muchos de los enclaves arqueológicos sicilianos que no hemos podido visitar y, seguramente, esos que están más apartados de los grandes circuitos turísticos (algo de eso hemos podido comprobar, por ejemplo, visitando los vestigios romanos de la antigua Catina, hoy Catania) sí son, en su gestión, un auténtico modelo, todo un exemplum -parafraseando el título de gran parte de la literatura técnica romana sobre cualquier disciplina- quommodo patrimonium gerendum sit, del modo cómo debe gestionarse el patrimonio arqueológico...

Es indiscutible, desde luego, que quienes trabajamos en gestión del patrimonio arqueológico en nuestro país -y quien dice "gestión" dice, también, difusión y "socialización" de ese patrimonio (todos muy atentos, por cierto, a un coloquio, el sOpA '13, que, sobre socialización del patrimonio arqueológico, va a celebrarse el mes que viene en Malpartida de Cáceres al abrigo de un proyecto, el de Maila/Malpartida, del que, desde luego, se puede aprender muchísimo)- tenemos siempre que aprender de la experiencia de otros, estamos constantemente obligados a realizar un adecuado benchmarking de buenas -y también de mejorables y desaconsejables- prácticas en materia de dinamización de espacios arqueológicos. Y, es indudable que el patrimonio arqueológico de Sicilia y el modo cómo aquél se gestiona, nos ofrece, al menos, dos méritos que son indiscutibles, que hay que saber reconocer y de los que, además, hay que aprender pues constituyen un reto difícil de lograr pero, desde luego, no inalcanzable. Se trata de dos méritos que parten, además, de la constatación de una realidad: quien escribe estas líneas -excepción hecha de los espacios monumentales de la Roma antigua- jamás había visto tanta gente visitando un enclave arqueológico como la que ha visto en algunos de los que se han citado más arriba y aparecerán a lo largo de las líneas de este post.

[1] Sicilia ha sabido promocionar el patrimonio arqueológico convirtiéndolo en un producto turístico. Es indiscutible. Basta echar un vistazo a la documentada página web Guía de Sicilia y ver cómo, también a nivel de imágenes, el patrimonio arqueológico es un inequívoco reclamo para el visitante de Sicilia algo que se observa también en cualquier guía turística en papel que se consulte (véase, por ejemplo, en la red, la lista de "Lugares Turísticos" de Sicilia que ofrece la versión digital de la Guía Michelín) o en cualquier paquete de viaje organizado que se desee contratar: las paradas en Segesta, Selinunte -presentado como el parque arqueológico más grande de Europa- Agrigento, Piazza Armerina, Taormina y Siracusa -al menos- son casi obligadas. Vaya por delante que mucho tenemos que aprender de esto. Cierto que la monumentalidad de los restos que exhiben muchos de estos enclaves hace todo mucho más fácil y funciona como "efecto llamada" para el visitante pero, ¿cuántos enclaves arqueológicos hispanos han sabido, de verdad, ser reclamo turístico y estar incluidos en cualquier itinerario de los que se ofrecen a los turistas que recorren nuestro país? Que cada cual de su propia respuesta y vaya por delante que, lógicamente, un volumen tan elevado de visitas acarrea, para los yacimientos, un precio que, en ocasiones, puede amenazar su sostenibilidad y que, por tanto, hemos de saber, también, valorar y ponderar.

[2] Los enclaves arqueológicos sicilianos -es cierto que, quizás, de una forma un poco burda -quizás muy italiana-, como luego veremos- han sabido, además, convertir el patrimonio arqueológico en motor de desarrollo económico en la zona. Es realmente abrumador -y pocas palabras hay mejores que esa para describirlo- el volumen de pequeños negocios, tiendas de recuerdos, alojamientos, restaurantes o simples tenderetes ambulantes, que ha crecido al abrigo de este tipo de enclaves y que, podría decirse, que "viven" de la Arqueología y de lo que ésta representa como reclamo turístico en esta privilegiada isla del Mediterráneo.

Ahora bien, ¿es esto suficiente? ¿Gestionar el patrimonio arqueológico es, sólo, conseguir visitantes? ¿Conseguir visitantes, muchos visitantes, es la marca del éxito?... Quienes nos dedicamos a la gestión del patrimonio arqueológico sabemos que no y muchos, además, estamos convencidos de que el objetivo fundamental de esa actividad es -al menos así lo entiende quien escribe estas líneas- el de optimizar el paso del visitante por el yacimiento arqueológico en cuestión, fidelizar al visitante en pro de la Arqueología, aumentar su inquietud científica, su compromiso en la defensa del patrimonio y, si es posible, contribuyendo también a mejorar su nivel cultural (algo de eso explicábamos en un vídeo que, producido por la Universidad Internacional de La Rioja/UNIR, subimos no hace mucho al Canal de Vídeos de Los Bañales en YouTube: pincha aquí para verlo). Nos parece que si no se consigue eso el paso del visitante -del turista- por cualquier lugar histórico o arqueológico ha sido absolutamente estéril más allá de las monedas que nos haya podido dejar para acceder al recinto en cuestión, si es el caso. Para hacer posible ese objetivo tan ambicioso, nos parece que hay que cuidar, cuando menos, siete cosas que, además, si el lector de este post se anima a reordenar -pues aquí están presentadas en orden cronológico de una supuesta "visita" a un enclave arqueológico imaginario- verá que sus iniciales forman una palabra singular relacionada con el motivo de esta disputatio, de esta "disertación". Se trata, a saber, de los siguientes siete valores que marcaremos, además, en rojo, en el texto del post

[1] La acogida del visitante. Quienes estamos implicados en la gestión de espacios arqueológicos hemos de mimar a quien viene a vernos. Es éste un concepto que es fundamental en el ciclo de fidelización que se explica en las Escuelas de Negocios pero que, por lo visto, muchas veces se olvida en materia de difusión del patrimonio arqueológico. En Sicilia, desde luego, se olvida casi siempre. El visitante no se siente, jamás, acogido en el yacimiento, se siente uno más, simplemente eso, a veces, incluso, no le resulta difícil perder la perspectiva del interés de aquello que está visitando. Salvo en contadísimas excepciones -por ejemplo, la Catacumba de San Giovanni de Siracusa-, simplemente llega, paga -y, habitualmente, además, no poco, aunque no se sabe muy bien para qué (ver punto [3] más abajo)- entra en el recinto arqueológico y, al entrar, no encuentra ni un panel explicativo sobre cómo se conoce ese enclave, cuál fue su Historia, por qué es importante arqueológicamente, qué cosas debe ver, cuáles son imprescindibles y cuáles, en cambio, pueden obviarse en una visita rápida al lugar. Y, lo que es peor, rara vez se ofrece al turista un simple folleto explicativo y -lo que es peor aun- jamás hay ni un directorio inicial ni, tampoco, un centro de recepción de visitantes que materialice esa acogida y esa inmersión  inicial en lo que una visita a un yacimiento arqueológico debe ser: un reencuentro -lo más dinámico, interactivo y sugerente que sea posible- con nuestro pasado. En esto, en España sí que nos parece que estamos en la vanguardia y me consta que los colegas de Paleorama -de los que también puedes aprender mucho en Facebook: pincha aquí- van a tratar de esta cuestión (y de otras que subyacen al espíritu de este post) en su comunicación al aludido sOpA '13 (como aperitivo, echa un vistazo a la sección "Gestión" de su blog, con contenidos que son un extraordinario complemento a lo que aquí se dice). A nuestro juicio, para conseguir con cada visitante todo lo que, en detalle, se ha indicado más arriba -ganarlo "para la causa" de la defensa y promoción del patrimonio arqueológico, podría decirse- es necesario que el visitante esté centrado desde el principio respecto del lugar en el que se encuentra y que se sienta, además, contribuyente de una cadena que hace posible la conservación y la sostenibilidad de ese espacio así como su transmisión a las generaciones futuras, de lo contrario -como hemos visto que pasa en muchos de los enclaves visitados en Sicilia- deambulará cuál "fantasma" inerte entre ruinas que supone cargadas de historia pero cuya historia, sin embargo, nadie -acaso sí la guía de viaje que ha adquirido en su país de procedencia, y no siempre- se ha ocupado de subrayarle.
[2] La comodidad de quien nos visita es otro de los valores que, a nuestro juicio, no debe faltar en la check-list de cualquier responsable de un enclave arqueológico. Que el visitante se sienta a gusto en el yacimiento -también desde una perspectiva estrictamente física- es algo fundamental. Tampoco en Sicilia eso se cuida especialmente, más bien todo lo contrario. El afán recaudatorio -la perversión, por tanto, de los dos aciertos que más arriba se señalaron- disfrazado de deseos de no dañar los restos arqueológicos hace que se obligue al visitante a -pagando- estacionar su vehículo lejos de la entrada del yacimiento para, tras pasar por los aseos -en los que, naturalmente, ha de pagar un extra si quiere utilizarlos-, por los tenderetes de recuerdos e improvisadas cafeterías y tiendas de refrescos, y, finalmente, por la biglitteria -a veces recorridos de más de veinte minutos que sólo pueden acortarse si se alquila uno de los múltiples carricoches que traen y llevan a los visitantes por el yacimiento previo pago de unas tasas exageradísimas- pueda, finalmente, empezar a ver el yacimiento. Si se tiene en cuenta el sofocante calor siciliano, cuando uno comienza a adentrarse en las ruinas que ha ido a visitar o bien es un auténtico fanático -y ha soportado, por tanto, el paseo previo, estoicamente- o, sencillamente, está pensando más en donde podrá comprar un refresco para aliviar el calor que en lo que el yacimiento puede ofrecerle con lo que, seguramente, si se da esa segunda opción, el visitante ni volverá nunca al yacimiento ni -lo que, muchas veces es peor en esta sociedad del marketing viral- hablará bien de él a otros potenciales turistas. Garantizar una adecuada vialidad en el yacimiento -algo de lo que hablaremos seguidamente ([4])-, conseguir que el visitante tenga -a lo largo de su visita- espacios de descanso que resulten atractivos y, si es posible, algunos de sombra es algo que, desde luego, se ha de, cuando menos, intentar. Y, desde luego, si esos espacios existen, se han de cuidar y mantenerlos limpios y adecentados como el resto del yacimiento (algo diremos de ello más adelante: [5]).
[3] Cuando quien escribe estas líneas visitó el Parco Archeologico della Neapolis, en Siracusa -cuyo anfiteatro romano, preside, en imagen, este post-, tuvo la oportunidad de, mientras compraba su entrada, comprobar cómo uno de los funcionarios de la taquilla, anotaba en una ficha la recaudación -por tipo de entradas: completas, de yacimiento con Museo Archeologico Regionale, de yacimiento sin Museo, reducidas...- de la jornada anterior. Las cifras que allí aparecían eran, desde luego, de miles de Euros. Cuando las ví, no pude evitar pensar en qué se gastaría todo ese dinero que, a las claras, hablaba de decenas de millares de visitantes al día. Lógicamente, con semejantes ingresos uno esperaría que todos los siete puntos clave que aquí se indican se cuidaran mucho más; esperaría, también, que el yacimiento estuviera inmaculado y limpio de las siempre incómodas y estéticamente detestables malezas ([5]); y esperaría, en fin, que la presentación de los restos fuera acorde con los nuevos lenguajes de comunicación ([6]) por no hablar de que dichos ingresos merecerían que se entregase al visitante, cuando menos, un díptico sobre el lugar que visita con algunas informaciones útiles. Nada más lejos de la realidad. En Sicilia se paga mucho para visitar cada enclave arqueológico y, salvo contadas excepciones -además de las ya citadas, la Villa Romana del Casale, en Piazza Armerina sería otra de ellas, pese a tener, también, desde nuestro modesto juicio, aspectos de mejora- los yacimientos no están ni limpios, ni debidamente señalizados, ni "vializados", ni -es duro decirlo- adecuadamente explicados a un visitante tremendamente heterogéneo. En fin, casi un auténtico desastre. Estamos, pues, hablando, de sostenibilidad. Ésta es, pues, otro objetivo básico en la gestión del patrimonio: debemos conseguir que las visitas generen recursos pero no para que esos recursos es pierdan en no se sabe qué tipo de gastos sino para que, al menos un buen porcentaje de ellos, se reinvierta en el propio yacimiento y, es más, no tanto en la investigación en él como en la adecuada presentación del yacimiento a la sociedad que, no lo olvidemos, debe ser el prisma hacia el que debemos enfocar todas nuestras acciones, también las de investigación pues ella ha de ser la destinataria de nuestros desvelos científicos, sin duda.
[4] Un yacimiento arqueológico -y más si, como sucede en muchos de los que se cuentan entre los más visitados de Sicilia, éstos ocupan extensiones amplísimas- normalmente, suele ser territorialmente extenso e histórica y estructuralmente complejo. Lo es para quienes investigan en él pero hemos de hacer el esfuerzo para que esa complejidad no la "padezca" el visitante. Es fundamental, por tanto, gestionar adecuadamente y con esmero la itinerancia -el recorrido- del turista por el espacio arqueológico, optimizar su presencia en el espacio que tenemos la responsabilidad de gestionar. Si se ha cuidado del asunto de la acogida ([1]) un centro de recepción de visitantes o un sencillo panel explicativo pueden servir de "hoja de ruta" para el turista. Además, si es posible, será recomendable adecentar los espacios y las superficies para que el visitante pueda caminar sin tropezarse constantemente -algo especialmente grave si se tiene en cuenta la edad de muchos de los visitantes de nuestros yacimientos arqueológicos y el hecho de que la denominada "tercera edad" esté siendo, en muchos casos, la más dinámica en materia de turismo cultural- y sabiendo, además, qué debe ver en cada momento, sintiéndose, por tanto, guiado y conducido en su visita. Se me ocurre, por ejemplo, un yacimiento arqueológico hispano muy próximo a la ciudad romana de Los Bañales de Uncastillo y al lugar desde el que se escriben estas líneas -pero, sin duda, se podrían poner muchos otros ejemplos de nuestro país- donde eso se ha conseguido de manera ejemplar y, aparentemente, con soluciones no especialmente costosas pero sí eficaces: la ciudad romana de Andelo (Mendigorría), en Navarra, de la que ya hablamos en otra ocasión en este blog (pincha aquí). Conducir adecuadamente al visitante por el yacimiento nos permitirá conducirle, también, urbanística o históricamente, por la evolución del mismo o por las rutas temáticas que, previamente, hayamos pensado ofrecerle (en Siracusa, por ejemplo, se visitan a la vez el teatro griego y las canteras de las que se extrajo piedra para su construcción sin que en ningún panel explicativo ni en el orden de la visita se advierta de la relación histórica y estructural que guardaron ambos espacios...).
[5] Quienes tenemos a nuestro cargo un yacimiento arqueológico hemos sufrido mucho este pasado invierno, al menos, en nuestro país. Las continúas lluvias han hecho que la vegetación se haya convertido en el peor enemigo de las estructuras exhumadas pero, también, de la propia imagen del yacimiento. Limpiar, tratar con herbicidas, volver a limpiar, fumigar nuevamente, han sido rutinas que, desde luego, en algunos casos han sido sólo posibles -al menos así ha sido en Los Bañales- gracias a la colaboración social y a la implicación de las administraciones locales. Nada causa peor imagen de un monumento artístico que la suciedad y en Arqueología la suciedad es, normalmente, consecuencia del indiscriminado crecimiento de la vegetación que genera, siempre, en el turista, una difícilmente subsanable imagen de abandono además de atentar, muchas veces, contra el propio movimiento del visitante por el lugar ([1]) y con su comodidad ([4]), dos valores que hemos tratado ya más arriba. La limpieza del yacimiento es, desde luego, otro valor irrenunciable en la gestión del patrimonio arqueológico. Cuesta, desde luego, pero nada da mejor imagen -y, al contrario, nada la daña de un modo tan salvaje- que un yacimiento arqueológico limpio de maleza. Si, además, el yacimiento cuenta con recursos propios y es, por tanto, autogestionable, sostenible ([3]), resulta incomprensible que este aspecto no se cuide. Huelga decir que muchos de los enclaves arqueológicos sicilianos no aprobarían, tampoco, en este ítem... Y es una pena que así sea una vez que entre sus visitantes habrá turistas que, procedentes de lugares que no conocieron directamente el mundo clásico, tendrán en ellos el referente de cómo puede explotarse y mostrarse al público un monumento de nuestro pasado grecorromano y con la imagen que obtengan de su visita irá también, acarreada, su propia imagen del mundo clásico... Ya hemos subrayado muchas veces la relación que existe entre gestión del patrimonio arqueológico y responsabilidad social...
[6] Estamos en la era de la imagen, de la pedagogía a través de los recursos audiovisuales, de los nuevos soportes y lenguajes de la comunicación y en Arqueología, además, hay abundantes -y crecientes en número- buenas prácticas al respecto del uso de esos lenguajes como recurso didáctico tanto en el aula como en el propio yacimiento aunque, en este último ámbito, hay, todavía, mucho margen de mejorar (no os perdáis, al respecto, el blog Arqueovirtual, desde hace meses recomendado en nuestra lista de blogs útiles). Tener una buena web de presentación del yacimiento en la red -para que el visitante se sienta acogido ([1]), incluso, antes de llegar y pueda organizar su propio recorrido por el lugar ([4]): echa un vistazo tú mismo a través de Google a cuántos yacimientos arqueológicos sicilianos tienen una buena y atractiva página web- y presentar el enclave -y los resultados de la investigación en él- de una manera atractiva -y decir "atractiva" es sinónimo, hoy, de "visual" cuando no de "digital"- es un reto fundamental que nos lleva a considerar lo necesario que es cuidar la inteligibilidad del yacimiento por parte del visitante, que éste entienda, imagine, comprenda, recree lo que está viendo. Contar con paneles explicativos estratégicamente colocados, limpios, periódicamente renovados y, sobre todo, muy visuales y no menos impactantes -casi sin texto o con el texto estrictamente justo y con predominio de imágenes- deben constituir el "abc" de la puesta en valor de cualquier yacimiento arqueológico. Si, además como es el caso de muchos de los grandes enclaves arqueológicos de Sicilia- se cuenta con recursos generados por el propio volumen de visitas recibidas ([3]) lo legítimo es que se desarrollen aplicaciones de realidad aumentada o de recreación tridimensional que puedan ayudar al visitante a entender mejor el yacimiento y lo que en él se encuentra. Nada de esto hemos podido ver en Sicilia, ciertamente, una pena...
[7] Hemos hablado de sostenibilidad, de inteligibilidad, de comodidad, de itinerancia, de limpieza, de acogida (si vas uniendo las iniciales de estos valores te darás cuenta de qué palabra forman...), todo ello debe tener como objetivo un último término que, en cierta medida, era el objetivo que antes señalábamos como propio de la gestión del patrimonio arqueológico: ganar el interés del visitante, despertar su "arqueopasión" -si se nos permite el término-. Esto, desde luego, es difícil pues cada visitante -y más cuando se reciben muchos al día- puede tener inquietudes y expectativas bien diferentes (quien escribe estas líneas se ha emocionado más, por ejemplo, visitante los arrasadísimos cimientos del templo de Ceres en Enna, el sacrarium Cereris del que hablaba Cicerón -Verr. 4, 99- que visitando el espectacular teatro griego de Siracusa) pero no cabe duda de que algo puede hacerse si se consigue que el visitante que pasa por un yacimiento arqueológico se sienta, en cierta medida, parte del proyecto y si se dedica, además, algo de tiempo a evaluar -a la salida, por ejemplo- y sondear su satisfacción respecto de su visita recibiendo, de ese modo, un adecuado feedback para la mejora. Evidentemente, en las visitas autónomas, es difícil conseguirlo y resulta más sencillo en las que se hacen guiadas pues es más directa la interacción entre guía y visitante pero qué duda cabe que sugerentes alusiones en los paneles explicativos, reclamos en la propia web del yacimiento o admoniciones en los folletos que se facilitan en la entrada bien a los retos que tiene planteados la investigación bien a lo que el visitante puede hacer por apoyar el proyecto -eso es verdadera "socialización" del patrimonio más allá de la mera divulgación que, desde luego, hay que cuidar- bien a otras visitas arqueológicas que puedan complementar la que ya ha hecho pueden ayudar a ganar el corazón de, cuando menos, los más sensibles. Ya es algo, sobre todo, si tenemos en cuenta que de no cuidarse muchos de los aspectos arriba consignados, lo más posible es no sólo que no ganemos ninguna voluntad en pro de la difícil tarea de promover y transmitir el patrimonio arqueológico -la difícil tarea, pues, de conservarlo- sino que, además, perdamos una excelente oportunidad de hacer del patrimonio algo vivo, participativo, social y percibido, además, como útil y educativo.

Como veis, así hemos visto Sicilia, y, como también veis, hemos aprendido -y disfrutado mucho- pues nuestra "arqueopasión", como hemos dicho antes, se ha incrementado notablemente -si cabe- después de que nuestros pies pisasen lugares tan llenos de pasado y, necesariamente, tan llenos de futuro... 

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